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Bioética aplicada: gestión ética de las instituciones de salud

Bioética aplicada: gestión ética de las instituciones de salud

12 abril, 2016 2465 lecturas

Desde sus orígenes a mediados del siglo pasado, la bioética se ha ido transformando en una disciplina dinámica que no sólo se ocupa de analizar los dilemas morales emergentes de la atención sanitaria, aplicándose a otros diversos campos.

Recordemos el preámbulo con el cual, en su momento, la Comisión General de Bioética decidió introducir el tema; el mismo se puede consultar en el sitio web oficial de la Curia General:

“La ética es una disciplina que, en sus distintos aspectos, está asumiendo una importancia cada vez mayor en el mundo actual.

En todos los campos de la sociedad se solicita con insistencia que se dé espacio a la ética, tanto en el ámbito de la asistencia social y sanitaria como en el de la economía, la política, la ecología, la investigación y la enseñanza.

Lo solicitan los Gobiernos, las Organizaciones internacionales, los Institutos profesionales, las Universidades y las Confesiones religiosas y en especial la Iglesia Católica.

Todo esto es una consecuencia de los importantes avances realizados en el campo técnico, científico, social y político y de las nuevas posibilidades de desarrollo que se abren al mundo de hoy.

Dichos avances son muy importantes, puesto que brindan beneficios a la vida humana, pero también plantean relevantes dilemas de carácter moral para los individuos y para la sociedad en  general, puesto que a veces perjudican la dignidad de las personas, deshumanizan la vida y las relaciones entre los seres humanos, alientan las desigualdades y no respetan el ecosistema”.

A pesar de los años transcurridos desde la elaboración de este escrito, está por demás vigente; actualmente la bioética abarca una diversidad de temas, respondiendo al concepto de “bioética global”, tal cual lo expresara su autor Van Rensselaer Potter: (1911-2001).

Y es precisamente en el marco empresarial, donde la ética se está desarrollando de forma más progresista; basta consultar las numerables publicaciones que surgieron inherentes al tema, como así también cursos y seminarios de formación.

Es este el momento de resaltar que en el pasado mediato, las organizaciones acusaban un profundo vacío en el campo ético; hasta que paulatinamente algunas de ellas comenzaron a dar a conocer sus propios códigos.

Un hito trascendental fue la declaración del “Pacto Global sobre Derechos Humanos, Trabajo y Medioambiente” sufragado por la ONU en Davos (1999) y que invita a las empresas de todo el mundo a suscribir una carta de 10 principios fundamentales.

Ellos son:

  1. Apoyar y respetar la protección de los derechos humanos.
  2. No ser cómplice de abusos de los derechos.

Ámbito Laboral:

  1. Apoyar los principios de la libertad de asociación y sindical y el derecho a la negociación colectiva.
  2. Eliminar el trabajo forzoso y obligatorio.
  3. Abolir cualquier forma de trabajo infantil.
  4. Eliminar la discriminación en materia de empleo y ocupación.

Medio Ambiente:

  1. Las empresas deberán mantener un enfoque preventivo que favorezca el medio ambiente.
  2. Las empresas deben fomentar las iniciativas que promuevan una mayor responsabilidad ambiental.
  3. Las empresas deben favorecer el desarrollo y la difusión de las tecnologías respetuosas con el medio ambiente.

Anticorrupción:

  1. Las empresas e instituciones deberán trabajar contra la corrupción en todas sus formas, incluidos extorsión y soborno.

Su fin es promover el diálogo social para la creación de una ciudadanía corporativa global, que permita conciliar los intereses de las empresas, con los valores y demandas de la sociedad civil, de la ONU y de sindicatos y organizaciones no gubernamentales.

En este contexto, a las empresas dedicadas al mundo de la salud les compete el tema por el impacto que causan en la sociedad y que traspasa su función específica de asistencia a los enfermos.

Los emprendimientos que promueven las instituciones sanitarias repercuten en la colectividad afectando áreas como la salud pública, la economía como fuente de riqueza, los derechos humanos y el medio ambiente.

Las empresas de salud están inmersas en la realidad social, económica y política de cada país y muchas de ellas por tener presencia en varios, responden también a los requerimientos de un mundo globalizado.

Una mención especial merece aquéllas que pertenecen a servicios públicos y entidades privadas sin fines de lucro; donde el objetivo primordial es asegurar la sustentabilidad de la obra, garantizando su viabilidad presente y futura.

En estos casos, la administración de los centros asistenciales deberá focalizar sus acciones en preservar el patrimonio y llevar adelante una eficaz gestión de los bienes pecuniarios, enmarcado dentro de los principios éticos y normas legales.

La excelencia en la gestión económica se demostrará a través del respeto de las reglas morales imprescindibles, conocidos como deberes de obligación perfecta: “ética de mínimos”, sumados a los deberes de obligación imperfecta: “ética de máximos”.

Mientras que la ética de mínimos se relaciona con los Principios de No Maleficencia y Justicia, la ética de máximos tiene un carácter subjetivo y se relaciona con la realización de planes de vida plena y feliz.

En referencia al tema, es pertinente citar textualmente este extracto de la “Exhortación Apostólica Evangelli Gaudium” en lo que se refiere a  “Economía y distribución del ingreso” del Santo Padre Francisco:

“202. La necesidad de resolver las causas estructurales de la pobreza no puede esperar, no sólo por una exigencia pragmática de obtener resultados y de ordenar la sociedad, sino para sanarla de una enfermedad que la vuelve frágil e indigna y que sólo podrá llevarla a nuevas crisis.

Los planes asistenciales, que atienden ciertas urgencias, sólo deberían pensarse como respuestas pasajeras.

Mientras no se resuelvan radicalmente los problemas de los pobres, renunciando a la autonomía absoluta de los mercados y de la especulación financiera y atacando las causas estructurales de la inequidad, [173] no se resolverán los problemas del mundo y en definitiva ningún problema. La inequidad es raíz de los males sociales.

203. La dignidad de cada persona humana y el bien común son cuestiones que deberían estructurar toda política económica, pero a veces parecen sólo apéndices agregados desde fuera para completar un discurso político sin perspectivas ni programas de verdadero desarrollo integral.

¡Cuántas palabras se han vuelto molestas para este sistema!

Molesta que se hable de ética, molesta que se hable de solidaridad mundial, molesta que se hable de distribución de los bienes, molesta que se hable de preservar las fuentes de trabajo, molesta que se hable de la dignidad de los débiles, molesta que se hable de un Dios que exige un compromiso por la justicia.

Otras veces sucede que estas palabras se vuelven objeto de un manoseo oportunista que las deshonra. La cómoda indiferencia ante estas cuestiones vacía nuestra vida y nuestras palabras de todo significado.

La vocación de un empresario es una noble tarea, siempre que se deje interpelar por un sentido más amplio de la vida; esto le permite servir verdaderamente al bien común, con su esfuerzo por multiplicar y volver más accesibles para todos los bienes de este mundo.

204. Ya no podemos confiar en las fuerzas ciegas y en la mano invisible del mercado. El crecimiento en equidad exige algo más que el crecimiento económico, aunque lo supone, requiere decisiones, programas, mecanismos y procesos específicamente orientados a una mejor distribución del ingreso, a una creación de fuentes de trabajo, a una promoción integral de los pobres que supere el mero asistencialismo.

Estoy lejos de proponer un populismo irresponsable, pero la economía ya no puede recurrir a remedios que son un nuevo veneno, como cuando se pretende aumentar la rentabilidad reduciendo el mercado laboral y creando así nuevos excluidos.

205. ¡Pido a Dios que crezca el número de políticos capaces de entrar en un auténtico diálogo que se oriente eficazmente a sanar las raíces profundas y no la apariencia de los males de nuestro mundo!

La política, tan denigrada, es una altísima vocación, es una de las formas más preciosas de la caridad, porque busca el bien común. [174]Tenemos que convencernos de que la caridad «no es sólo el principio de las micro-relaciones, como en las amistades, la familia, el pequeño grupo, sino también de las macro-relaciones, como las relaciones sociales, económicas y políticas». [175] ¡Ruego al Señor que nos regale más políticos a quienes les duela de verdad la sociedad, el pueblo, la vida de los pobres! Es imperioso que los gobernantes y los poderes financieros levanten la mirada y amplíen sus perspectivas, que procuren que haya trabajo digno, educación y cuidado de la salud para todos los ciudadanos.

¿Y por qué no acudir a Dios para que inspire sus planes?

Estoy convencido de que a partir de una apertura a la trascendencia podría formarse una nueva mentalidad política y económica que ayudaría a superar la dicotomía absoluta entre la economía y el bien común social.”

Desde esta perspectiva es lícito esperar y demandar una gestión transparente con responsabilidad ética y social empresarial; ya que las acciones que no estén en sintonía con estos principios, devendrán en serios perjuicios para la humanidad.

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